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Un morceau d’Espagne à Paris

fb_garcia_alixAlberto García-Alix, photographe madrilène emblématique, atypique, movidesque, expose à Paris, à la Maison européenne de la photographie, jusqu’au 25 janvier 2015. L’occasion pour moi de vous offrir ici l’excellente entrevue réalisée par Chapu Apaoloza il y a quelques semaines. Pour celles et ceux qui voudraient en savoir encore plus sur cette figure incontournable de la photographie, les éditions madrilènes La Fábrica ont publié l’intégralité de ses écrits dans un ouvrage intitulé : Moriremos mirando. Absolument passionnant. Je vous laisse avec Chapu.

Soy un indignado de la realidad

Como si un rayo cósmico lo hubiera hecho desaparecer de un fogonazo, las paredes del Círculo de Bellas Artes se impregnan de sus pedazos de vida, como si todo hubiera reventado en cien retratos sobre lo que en líneas generales se hace llamar Alberto García-Alix (León, 1956). Aquí posa desnudo con una máscara, allá es la habitación de aquella pensión de Barcelona con cama de tubos, váter y lavabo, más allá es un condón usado recogido del suelo (‘Una pequeña historia de amor’), es su cuerpo manchado en sangres y gasas después de una puñalada de los Guerrilleros de Cristo Rey en la Sala Sol, es una escalera que no se sabe si sube o baja y un espectro que se difumina. Photoespaña abrió ayer en Madrid la exposición ‘Autorretrato’, una visión del fotógrafo ante el disparo frontal de su propia cámara, una mirada que es al tiempo disparo y temblor. « Me veo así y me da corte ».
A bocajarro, ¿quién es Alberto García-Alix? Aparece un tipo tatuado hasta las cachas, de pelo cárdeno y patillas blancas, que se explica con voz de cazalla, sonríe en aires cínicos, como si le hubieran partido la boca mil veces y mira con ojos de banderillero viejo, comprensivo y desafiante. Elegante, dignísimo, punto descamisado como si llegara de lidiar una entera de Miura. La historia dice que es el fotógrafo de la Movida madrileña. Esa fue la matrícula que le pusieron y lo lleva escrito en la frente con letra de titular. « Si todavía fuera cierto… Pero es que es falso. Yo no fui el fotógrafo de la Movida. Retraté a algunos personajes, pero nunca tuve conciencia de ello. Es mentira. No entré con la cámara en el Rockola. »

— Pasó por la heroína y la hepatitis C, ¿cómo explica que siga vivo?
Creo que es porque tengo un buen metabolismo, pero estoy vivo ahora; mañana, ya veremos.

— De la foto de su vida, ¿dónde está la luz y dónde la sombra?
La sombra, cuando me tuve que ir a tratar a París la hepatitis C en 2003. Fue un tratamiento con interferón y me provocó una gran debilidad. Por primera vez vi las orejas al lobo y me tuve que recuperar de una gran fractura. Fue duro, pero me iluminó. La luz de mi vida también fue aquello, porque la revelació.

— ¿Qué le sugiere la crisis?
Miro y pienso ¡qué tristeza, qué estafa, qué impunidad de todos los que nos han engañado, que han vaciado los caudales públicos en el tardofranquismo que nos toca vivir! Y no hay una reacción. La hipocresía ante todo; esto me produce un dolor enorme. Cuando viajas mucho, como yo, España duele aún más. ¡No somos iguales ante la ley! De verdad que la marca España me da la risa. ¿Qué hemos hecho excepto el deporte? Impunidad y falta de seriedad.

— ¿Se ve tirando piedras?
No lo sé. Soy un indignado de la realidad, del ‘no pasa nada’.

— ¿Se ve votando a Podemos?
Tal vez. Cada vez que veo la maledicencia que se emplea contra ellos me dan ganas. Pienso en si nos hemos vuelto locos. De verdad tengo la sensación que los gobiernos nunca nos han tratado como adultos.

Auxiliar del auxiliar
Esta historia comienza cuando un estudiante abandona Derecho a mediados de los 70 y se mete a un curso de Imagen. Trabaja como auxiliar del auxiliar del auxiliar de cámara, que es el que lleva los cafés. Le encantan las motos y un amigo le hace fotos. Se comienza a interesar por ese arte y le sirve para encauzar el torrente de sus «inquietudes artísticas» como si la cámara fuera la toma de tierra de un calambre terrible o la brújula en la tormenta. Vendió cómics piratas editados por él y los suyos en un puesto en el Rastro. En el 75 publicó su primera foto: una moto de cross que sube rabiosa una cuesta de tierra. Después conoce a Fernando País y en su laboratorio comienza a aprender. En ese camino ha expuesto por todo el mundo y ha ganado todos los premios. Cantantes, mendigos, pájaros, madres, hijos, muertos, putas, actrices porno abiertas de piernas y cantantes fusilados como estrellas fugaces en las tapias desconchadas del Madrid del extrarradio de los 80; GarcíaAlix le ha disparado a todo, pero en su pabellón de caza no encontrarán un solo político.

— ¿Y si se lo pidiera Felipe VI como a Cristina García Rodero?
No lo haría. No fotografío a políticos. Siempre me he negado. Siempre dije ‘no’.

— ¿A quién le gustaría retratar?
El que más me apetece es José Tomás, aunque será difícil captar toda esa épica.

— ¿Ha ido a verle?
Estuve en Nimes cuando mató los seis toros. Nunca me olvidaré de esa corrida, aunque las corridas se olvidan; no los sentimientos. Yo recuerdo que cuando terminó fue como cuando encienden la luz después de una película o una obra de teatro, y piensas ‘Dios mío, ¿qué ha pasado aquí?’ No es fácil ver la gran obra, y él estaba ahí al alcance de nuestra mano ensanchando los límites de la gloria.

— ¿ Se lo ha pedido ya?
No. No le conozco. Soy solo un simple aficionado.

— ¿No teme que al confesarse como aficionado vayan contra usted en la caza de brujas antitaurina?
¿Caza de brujas porque me gusten los toros? ¡Qué delirio! No. Me la suda.

Atiende la entrevista en la terraza del Círculo de Bellas Artes. La Gran Vía de Madrid late liviana bajo los ventiladores, y las extranjeras se extrañan de ese tipo tatuado como un mapa. En ese escenario confiesa que el titular de su vida sería « un hombre atrapado en el lienzo de la melancolía de la fotografía », rehén de un tiempo que « ya está muerto », que « ya pasó ». Observa de reojo la paella de la mesa del al lado y en ese hambre suya con la que todo lo mira hay una fiebre, pero no una ambición desmedida. Realmente, él de pequeño no soñaba con ser fotógrafo. « Mi única ambición ha sido ir a todos los sitios en moto. Me sigue poniendo esa relación con la carretera. » Tiene tres. Una Triumph y dos Harley, una de ellas de 1984, la niña de sus ojos que acaba de restaurar.

— ¿Morirá sin conducir un coche?
No sé, yo soy un vitalista y amo la vida (sonríe).

— Si ahora parara ahí mismo una chica guapa en una buena moto, ¿qué miraría antes, la chica o la moto?
No lo sé (risas). Es difícil. Pero la moto al fin y al cabo es una máquina y la mujer me provoca más curiosidad. En todo caso, una chica en moto siempre es alegría. 

— También es probable que se muera sin tocar una cámara digital. ¿Sigue trabajando en analógico?
Sí, porque la cámara digital no me da ni velocidad, ni poesía. Necesito un tiempo desde que disparo hasta que veo lo que he hecho. Es un tiempo en el que yo sueño con lo que va a ser la imagen. Si la tuviera inmediatamente, me estaría corrigiendo constantemente.

En la sien lleva tatuada una estrella como un disparo. « Es para que no se me caiga. » En los nudillos de una mano se lee ‘todo’ y en la otra ‘nada’, y en la izquierda se ha dibujado un reloj de pulsera, allí donde estaba el real, que había pertenecido a su padre, ya fallecido. Se lo robaron en Buenos Aires hace diez años y « para mitigar ese dolor » se lo tatuó con las agujas a las tres de la tarde, que fue la hora del atraco y también la hora en el que el día empieza a morir. El primero que se hizo siendo un chaval decía: « No me sigas. Estoy perdido. » « ¿Por qué se lo borró? — Porque era un demonio y me recordaba lo que tenía que ver con las drogas. Y un día decidí que ya no quería estar más perdido. »

Orígenes
Nace en León en 1956, hijo de una historiadora y un oftalmólogo. Tiene cuatro hermanos, uno de ellos gemelo. Empieza Derecho, pero abandona y se pasa a Imagen.
En los 70 pasa algunas experiencias con las drogas de las que se repone, pero sufre una hepatitis C de la que se recuperó en 2003 en París. Fuma 12 cigarrillos de Marlboro diarios y ya no bebe alcohol. Tampoco hace deporte. Actualmente vive con su pareja Fréderique en Madrid en el barrio de Cuatro Caminos, en una antigua fábrica de insignias militares.

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