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Díaz-Cañabate eschatologique

aleas 1952Contadas las dos que presencié en Madrid, vi en total, el pasado año, una docenita de corridas. Ya queda especificada, al referirme a esas dos, la razón de que sean tan escasas. Antes de hablar de su resultado, me interesa aclarar y añadir algo a lo dicho acerca de la falta de autoridad del actual público madrileño. Cuido mucho de escribir público y no afición. Es indudable que Madrid sigue siendo el lugar del mundo donde existe mayor núcleo de aficionados. Si las cosas de los toros siguen como hasta aquí, a la vuelta de unos años, cuando ese grupo, cada vez más reducido, desaparezca del todo por ley natural, ni buscándolo con un candil se encontrará un solo aficionado verdad entre el millón y medio de habitantes avecinados en Madrid. No exagero, aunque lo parezca. La Plaza de Madrid es actualmente un estupendo negocio. La Plaza de Madrid, casi hasta hace unos años, nunca fué un negocio claro. La explicación de esta aparentemente paradoja es muy sencilla. Antes, las taquillas se nutrían primeramente de los verdaderos aficionados y secundariamente del público en general que acudía a los toros como a un espectáculo más. Hoy es exactamente al revés. Los aficionados apenas cuentan. La masa de gente que colma la Plaza la forma, en primer término, una infinidad de mujeres. Antes eran escasísimas. Muchísimos extranjeros. Antes apenas se veían diez o doce. Y espectadores de todas clases, que van a los toros por una causa o por otra, pero jamás porque la fiesta les atraiga con pasión.

¿Y por qué ha ocurrido esto? También es muy sencillo de explicar. Porque los toros se han transformado, de una fiesta fuerte, tremenda y magnífica, en algo blandengue, superficial y bonito. Se inició esta transformación con el uso de los petos y siguió por la disminución de la peligrosidad del toro, el rebajamiento de su trapío, de su fuerza, de su fiereza y de sus defensas, y culminó con la aparición de un toreo sin profundidad, basado en el adorno y en la espectacularidad. Y esto es lo que enajena a las mujeres, a los extranjeros y al público en general.

Antonio Díaz-Cañabate, revue ‘El Ruedo’, n° 395, 17 janvier 1952.

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